Desde hace
tiempo ya la sensación de inseguridad ha
dejado de ser titular del oficialismo, en su intento de minimizar el continuo
crecimiento de la delincuencia, para convertirse en una categórica realidad
imposible de ocultar o disimular en cualquier tipo de discurso sea quien
sea el interlocutor designado.
Las
estadísticas que muestra el gobierno son tan poco creíbles como las cifras que
arroja el INDEC o el discurso que se esmeran en pronunciar los voceros
oficialistas cada vez que tienen oportunidad de utilizar un canal de
comunicación.
Sin embargo
la realidad de la gente a diario muestra el incesante aumento de secuestros
exprés, arrebatos , robos, asesinatos ,
desapariciones , tratas de blancas, trafico de drogas y todo tipo violencia
producida por la marginalidad que produce esté sistema de explotación y
expulsión de los sectores
más bajos de la sociedad, convirtiéndolos con las políticas gubernamentales
en potenciales delincuentes.
En las
últimas décadas el Estado se convirtió en la herramienta capaz de asegurar la
reproducción del capital de la oligarquía financiera internacional y de un
pequeño grupo de asistentes necesarios,
capital humano altamente calificado, para aplicar nuevas tecnologías de
producción y administrar la movilidad del capital en forma globalizada
aprovechando al máximo las posibilidades de los diferentes países para
acrecentar sus riquezas y sus factores de poder.
En esta
nueva etapa de control social el Estado se fue transformando, ante las nuevas
políticas de explotación, ha debido reformularse en su rol de represor legitimo,
ya que en la misma el capitalismo dejo fuera del mercado laboral a millones de
proletarios al no ser más preponderante el
obrero, como factor de producción de plusvalía
y cederle el paso a la explotación de los recursos naturales
–extractivismo- materia prima sin proceso alguno, que sí bien siempre
existió hoy a tomado especial relevancia en la producción de valor, por
consiguiente al no poseer ningún tipo de procesamiento industrial y sumándole el avance tecnológico-informático
aún para las tareas más básicas como sembrar un campo, donde un operario con
una máquina realiza todo el proceso de arar , sembrar y cosechar, la expulsión
de la mano de obra es una constante y no deja de provocar gigantescos grupos de
población sobrante , proletarios que nunca volverán a ser portadores de un
trabajo seguro, estable y legítimo. Por el contrario se seguirán sumando a la
interminable lista de subsidiados -18
millones aproximadamente de planes sociales por un monto de 120 mil millones de
pesos distribuidos en 60 programas diferentes, sobre una población de 40
millones- en los distintos tipos de planes trabajar, cooperativas, grupos de
autogestión o todos los inventos que el Estado realiza para amortiguar la caída
de los desclasados al bolsón de la marginalidad, una política más que necesaria
para contener la marginalidad extrema que termina siendo una arma en contra
para las clases dominantes que luego tienen que litigar contra explosiones
sociales mucho más difíciles de controlar y caldo de cultivo para proyectos
revolucionarios.
Sin embargo,
con todos los esfuerzos que el gobierno
tiene que hacer para mantener el control, es imposible que un numeroso grupo de
sujetos caigan en la marginalidad extrema y se vuelquen a la delincuencia. Y
esto no solo tiene que ver con la condición social de pobreza, desde un punto
de vista económico, sino y por sobre
todo por la decadencia cultural que provoca el mismo sistema.
Cultura que
se entiende como todo aquello que compete al ámbito humano, lo que adquiere, se
construye y se transmite. En este
sentido la cultura es la base de las identidades, de las representaciones
sociales, de las conductas y hábitos: forma a las colectividades en torno a los elementos identitarios y
culturales. Pero sin embargo no se puede dejar de lado la impronta que causa la
hegemonía de las clases dominantes en esto de la formación cultural o en la
construcción de la misma, ésta claro que las elites imponen patrones y
símbolos culturales en la sociedad. La
cultura dominante supone un trabajo arduo de legitimación de sus valores para
que puedan ser apropiados por las culturas subalternas, permitiendo de esta manera
la reproducción de la cultura de ellos.
Estos
grupos de marginales que se han ido
afianzando en las dos últimas décadas debido en principio, porque algunos eran predecesores pero las grandes mayorías se
fueron consolidando en la medida que el trabajo fue desapareciendo y las
familias se empezaron a componer de abuelos desocupados, padres desocupados y
por último hijos desocupados en medio de ambientes hostiles con todo tipo
violencia familiar, barrial, de género, del Estado y de toda la sociedad en
general, con alcoholismo, drogas y prostitución de por medio y el ejemplo más
estandarizado de la clase gobernante que es la corrupción, el enriquecimiento ilícito,
los negociados con las grandes multinacionales por cifras millonarias, la
utilización del Estado para asegurar miles de sueldos para familiares y adeptos
ñoquis y hasta la utilización de jueces
para garantizar los negocios y su seguridad, es el causante principal de la
descomposición cultural de nuestro pueblo, donde los valores del trabajo, la
educación y el respeto se han perdido,
han dejado de ser hábitos para una
inmensa cantidad de sectores, muchos
marginales pero también ha ido carcomiendo los diferentes estamentos sociales,
degradándonos como sociedad y provocando un retroceso que nos llevara
muchísimas décadas más tratar de recuperar.
Sumándole a toda esta hegemonía cultural de la
elite corrupta el apoyo y el fomento de la propia clase media llamada progresista
o de centro izquierda, que no deja de aplaudir todas las dadivas que el sistema
arroja a las clases bajas para mantenerlas calmas, clase media siempre
reaccionaria que por su condición de
pequeño burgués termina en la mayoría de las veces volcándose a la derecha por
el sólo hecho de mantener su posición económica y no correr riesgo alguno, y en
ciertas oportunidades hasta termina siendo cómplice de proyectos fascistas.
En esta
estrepitosa decadencia cultural, el pueblo trabajador, reducido en los últimos
años a su mínima expresión, muestra cada vez más su hartazgo por estar sometido
diariamente al ultraje de la delincuencia social de la que es víctima, y este concepto lejos esta de victimizar a
las clases bajas o empobrecidas o de poseer una ideología fascista, sino de
despojarnos de idealismos que nos llevan a realizar falsos análisis pensando
que todos los pobres son buenos por el
hecho de ser pobres o que todos los trabajadores indefectiblemente
avanzaran hacia un pensamiento socialista por el solo hecho de ser
trabajadores. Dentro de las grandes masas empobrecidas existen muchísimos que
se vuelcan hacia la marginalidad delictiva porque la hegemonía de las clases
dominantes les indica que no trabajar y robar es una política de Estado y que
al fin de cuenta los castigos se reducen y hasta se desestiman con una buena coartada,
y si no preguntémosle al vicepresidente.
En esta
situación es que la gente empieza a dar señales de cansancio de su posición de víctima del caos social y comienza a
reaccionar a veces de forma individual y otras veces de forma grupal, lo que es mucho más
peligrosa para el Estado quien indefectiblemente debe ser el único que puede
ejercer la violencia legítimamente. Y aquí es donde radica el mayor problema
para la clase gobernante, no es como intencionalmente dicen o difunden los
medios de comunicación tantos oficialista como opositores, que en esto si están
totalmente de acuerdo ya que se trata de mantener a salvo el sistema de
explotación que se alternan en gobernar, en que la gente se anime a tomar la
justicia en sus manos y accione en post de sus intereses inmediatos
y no es como dicen que el problema son los ddhh de los delincuentes o la
certeza de que ellos fueron los victimarios sin juicio previo y legal, sino que
esta gimnasia social se extienda y se reproduzca , se organice, adquiera conciencia política y comience a tener
claridad que uno de los enemigos principales a
condenar son las dirigencias
corruptas y cómplices de la decadencia de nuestra patria, del saqueo, el robo y
la corrupción y que pueda tomar también en sus manos la justica popular en
contra de ellos, este es el único y verdadero problema, que el verdadero pueblo
trabajador se organice para pasarlos por las armas a corruptos y traidores como
diría Mariano Moreno o el general Belgrano. Lejos está la preocupación de los
gobernantes en los ddhh de los delincuentes sino y por sobre todo su propia
seguridad, la de su clase y las de los grupos económicos que nos dominan, es
ahí donde radica el verdadero conflicto, que el pueblo tome en su contra la
violencia organizada en defensa de los interés de las clases trabajadoras.
Guillermo
Castelli.
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