domingo, 15 de marzo de 2015

¿La marcha de la derecha o a la derecha de la marcha?




Dos grandes discursos se enfrentaron y se fueron consolidando en la medida que avanzaba la realización de la marcha del 18 F.
El relato del gobierno sigue afirmándose sobre la teoría del enemigo exterior y su aliado nacional, la  clase media, el grupo monopólico Clarín  y la oligarquía vende patria, una consigna que agita a su militancia, en gran medida paga, y que utiliza como bandera para argumentar su nacionalismo y su supuesta defensa de los pobres y los trabajadores.
Este relato histórico del peronismo siempre ha tenido influencia en vastos  sectores populares y hasta en grupos militantes mal llamados o auto titulados de izquierda, que no saben cómo sentirse populares.
El gobierno tiene como estrategia ante cada situación que lo desborda identificar  un “enemigo externo”, para desatar su ataque como táctica de defensa, una vieja pero eficaz practica de los gobiernos populistas.  Grupos  económicos, naciones, etnias, inmigrantes varios, cualquier cosa sirve a la causa para defender los supuestos intereses nacionales, en síntesis una gran derecha siniestra que opera contra un país democrático, es el eje del relato.
Por lo que la reflexión más natural es pensar que si quienes están en la vereda de enfrente, el eje del mal, es  la derecha, es el enemigo, por descarte o simple razonamiento quienes gobiernan son la izquierda, los buenos y con un poco más de entusiasmo hasta se podría decir, según ellos, que son “socialistas”.
Desde el gobierno, se puede decir, que éste relato tuvo  buen usufructo, sobre todo porque pensemos, el inicio de su gestión estuvo íntimamente ligado a la irrupción del pueblo en la escena política en el 2001, éste sacudón  ocasionado por la situación apremiante de una gran masa decepcionada y acorralada por la crisis política económica y cierta militancia de “izquierda” desmovilizada hasta  ese momento, convergieron en la calle y llevaron en conjunto un pequeño proceso de organización y discusión en los grupos más dinámicos, con una amplia movilización que les permitió desafiar y hasta poner en vilo a los poderes instituidos de ésta democracia burguesa.
En ese contexto, de  situación institucional sobrepasada por una gran masa en su mayoría desorganizada, sin una conducción política institucional clara y sin ningún partido realmente de izquierda o mejor dicho marxista que pueda haber consolidado en forma escalonada ese proceso,  se empezó a producir la desmovilización que le permitió a la burguesía “gobernante” reformular su proyecto de sometimiento.
El estrangulamiento ocasionado por la funesta política del peronismo con Menem a la cabeza y los Kirchner co-gobernando llevó al país a una situación de empobrecimiento  que hacía décadas no se  vivía.
Era necesario para seguir gobernando desmovilizar aún más a los sectores populares y sacar de escena a los pequeños grupos que seguían levantando consignas a favor del pueblo pero sin un proyecto político creíble para intentar otro camino que no sea el de la burguesía.
Esta es la razón por la cual quien estuviera decidido a gobernar de nuevo tenía que hacerse eco de las imperiosas necesidades que el pueblo venía reclamando, único camino para volver a la estabilidad democrática y descomprimir la situación. Es así que  llegan los Kirchner al gobierno, teniendo la obligación y la capacidad de retomar la agenda impuesta por el campo popular, para desahogar la situación económica y  las pocas banderas que le quedaban a la “izquierda” entre ellas y la más importante la de los derechos humanos. Ésta en realidad les iba a ser relativamente fácil, ya que el menemismo había comenzado por suprimir el servicio militar obligatorio, recortando de esta manera el presupuesto militar y empezando a reducir al ejercito a su mínima expresión, cosa que siguió el kirchnerismo, en ese  contexto mandar a unos cuantos milicos a  ya viejos y carentes de cualquier tipo de apoyo, a la cárcel, ya que la oligarquía más rancia tenía asegurada su subsistencia a través de sus representantes de turno, que sin tanta sangre y hasta con bastante apoyo garantizaban sus ganancias, no les resulto dificultoso, unos cuantos viejos vetustos a cambio de ciertas concesiones a los militares como irse de gira con los cascos blancos y cobrar altísimos sueldos en dólares les alcanzaba para hacerse los desentendidos de las antiguas causas y de la camaradería de armas, permitiendo al gobierno hacer una pequeña purga necesaria, para la supervivencia del sistema.
Y si bien es verdad que hubo cierta mejora económica, y que gracias a tantos planes sociales  muchos sectores ya marginados de la producción o de cualquier tipo de trabajo en blanco han accedido a una mejora de su pasar económico, esto no ha sido un regalos de los Kirchner sino una victoria del pueblo por la cual tuvieron que ceder el ajuste para desarticular la movilización del 2001.
Sin embargo la realidad muestra que la Argentina se ha convertido en un país de monocultivo donde sus campos están destinados a la desertificación por causa de la soja, donde la industria automotriz importa el 70% de sus piezas dejando para la mentirosa industria nacional sólo las menudencias con escasísima injerencia en el PBI, al igual que todo lo que tenga que ver con la línea blanca de productos o de comunicación, como cualquiera verá en los diarios el origen es en su gran mayoría chino, encontrándose también turco, malayo y demás. Y lo que dicen se hace en tierra del fuego no deja de ser solo ensambles de cosas importadas también en su gran mayoría chinas. No hablemos del desastre de la minería a cielo abierto, ni  de la suntuosa  compra de  YPF, una empresa quebrada que tuvo que salir de nuevo a concesionar a los chinos y a Texaco su funcionamiento porque no puede ni siquiera abastecer el consumo interno, eso sí ahora es estatal, al igual que aerolíneas argentinas con un millón de dólares de déficit por día.
Por todo esto es que afirmar que todos los que fueron a la marcha del 18 F eran la derecha organizada no solo es un análisis inconsistente,  sino también es sumarse al juego que el gobierno, o sea la burguesía en el poder, la derecha, quiere afianzar en el colectivo popular.
Esta más que claro que quienes convocaron a la marcha, fiscales pertenecientes a ésta justicia corrupta y vende patria, no por ser oposición sino por ser parte del sistema capitalista, no son ningunas carmelitas descalzas, pero el  descreimiento que gran parte de la población es una certeza inocultable, aunque también sabemos que ahí hay clase media, comerciantes, burgueses varios, también hay derecha, centro e “izquierda”, pero a su vez se evidencia miles de asalariados y que sin tener definición política clara, están cansados de tanta corrupción, y tanto robo a cara descubierta.
La “izquierda”, nunca marxista, pero siempre burguesa, no deja de ser la quinta pata del sistema, convalidando el mensaje del gobierno y haciéndole el juego a la derecha más recalcitrante, o sea a la que gobierna. Tengamos en cuenta que cuando Moyano convoca a un paro salen corriendo a cortar las rutas para que la gente no pueda ir a trabajar, y en ese caso no dicen que los que van a trabajar son la derecha organizada.
Parecería ser en este caso que Moyano proviene de algún grupo revolucionario y no de los sectores que integraban las triple A, y que los laburantes que van al trabajo están organizados por Macri , una lectura compleja pero que la “izquierda” maneja a la perfección. Y sumado a esto todo un sector de  intelectuales, académicos y periodistas  que teniendo acceso a redes sociales o medios de información, refuerzan el relato oficialista.
Transitamos un período de desbande ideológico, el campo popular está desarmado de organización que represente sus intereses   y oriente políticamente, mientras el resto del pueblo está cada vez más descreído de todos los partidos y candidatos, dejando un gran agujero difícil de llenar sin auténticos argumentos y una práctica consecuente.
Ante esta situación la lucha ideológica recobra un imperante sentido,  ya que la burguesía sigue gobernando con suma facilidad y el campo popular se encuentra desorganizado políticamente y contaminado de izquierdismo y reformismo.


Guillermo Castelli.



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