Dos grandes discursos se enfrentaron y se
fueron consolidando en la medida que avanzaba la realización de la marcha del
18 F.
El relato del gobierno sigue afirmándose
sobre la teoría del enemigo exterior y su aliado nacional, la clase media, el grupo monopólico Clarín y la oligarquía vende patria, una consigna que
agita a su militancia, en gran medida paga, y que utiliza como bandera para
argumentar su nacionalismo y su supuesta defensa de los pobres y los
trabajadores.
Este relato histórico del peronismo siempre
ha tenido influencia en vastos sectores
populares y hasta en grupos militantes mal llamados o auto titulados de
izquierda, que no saben cómo sentirse populares.
El gobierno tiene como estrategia ante cada
situación que lo desborda identificar un
“enemigo externo”, para desatar su ataque como táctica de defensa, una vieja
pero eficaz practica de los gobiernos populistas. Grupos económicos, naciones, etnias, inmigrantes
varios, cualquier cosa sirve a la causa para defender los supuestos intereses
nacionales, en síntesis una gran derecha siniestra que opera contra un país democrático,
es el eje del relato.
Por lo que la reflexión más natural es pensar
que si quienes están en la vereda de enfrente, el eje del mal, es la derecha, es el enemigo, por descarte o
simple razonamiento quienes gobiernan son la izquierda, los buenos y con un
poco más de entusiasmo hasta se podría decir, según ellos, que son “socialistas”.
Desde el gobierno, se puede decir, que éste
relato tuvo buen usufructo, sobre todo
porque pensemos, el inicio de su gestión estuvo íntimamente ligado a la
irrupción del pueblo en la escena política en el 2001, éste sacudón ocasionado por la situación apremiante de una
gran masa decepcionada y acorralada por la crisis política económica y cierta
militancia de “izquierda” desmovilizada hasta
ese momento, convergieron en la calle y llevaron en conjunto un pequeño
proceso de organización y discusión en los grupos más dinámicos, con una amplia
movilización que les permitió desafiar y hasta poner en vilo a los poderes
instituidos de ésta democracia burguesa.
En ese contexto, de situación institucional sobrepasada por una
gran masa en su mayoría desorganizada, sin una conducción política
institucional clara y sin ningún partido realmente de izquierda o mejor dicho
marxista que pueda haber consolidado en forma escalonada ese proceso, se empezó a producir la desmovilización que
le permitió a la burguesía “gobernante” reformular su proyecto de sometimiento.
El estrangulamiento ocasionado por la funesta
política del peronismo con Menem a la cabeza y los Kirchner co-gobernando llevó
al país a una situación de empobrecimiento
que hacía décadas no se vivía.
Era necesario para seguir gobernando
desmovilizar aún más a los sectores populares y sacar de escena a los pequeños
grupos que seguían levantando consignas a favor del pueblo pero sin un proyecto
político creíble para intentar otro camino que no sea el de la burguesía.
Esta es la razón por la cual quien estuviera
decidido a gobernar de nuevo tenía que hacerse eco de las imperiosas
necesidades que el pueblo venía reclamando, único camino para volver a la
estabilidad democrática y descomprimir la situación. Es así que llegan los Kirchner al gobierno, teniendo la
obligación y la capacidad de retomar la agenda impuesta por el campo popular,
para desahogar la situación económica y
las pocas banderas que le quedaban a la “izquierda” entre ellas y la más
importante la de los derechos humanos. Ésta en realidad les iba a ser
relativamente fácil, ya que el menemismo había comenzado por suprimir el
servicio militar obligatorio, recortando de esta manera el presupuesto militar
y empezando a reducir al ejercito a su mínima expresión, cosa que siguió el
kirchnerismo, en ese contexto mandar a unos
cuantos milicos a ya viejos y carentes
de cualquier tipo de apoyo, a la cárcel, ya que la oligarquía más rancia tenía
asegurada su subsistencia a través de sus representantes de turno, que sin
tanta sangre y hasta con bastante apoyo garantizaban sus ganancias, no les
resulto dificultoso, unos cuantos viejos vetustos a cambio de ciertas
concesiones a los militares como irse de gira con los cascos blancos y cobrar
altísimos sueldos en dólares les alcanzaba para hacerse los desentendidos de
las antiguas causas y de la camaradería de armas, permitiendo al gobierno hacer
una pequeña purga necesaria, para la supervivencia del sistema.
Y si bien es verdad que hubo cierta mejora
económica, y que gracias a tantos planes sociales muchos sectores ya marginados de la
producción o de cualquier tipo de trabajo en blanco han accedido a una mejora
de su pasar económico, esto no ha sido un regalos de los Kirchner sino una
victoria del pueblo por la cual tuvieron que ceder el ajuste para desarticular
la movilización del 2001.
Sin embargo la realidad muestra que la Argentina
se ha convertido en un país de monocultivo donde sus campos están destinados a
la desertificación por causa de la soja, donde la industria automotriz importa
el 70% de sus piezas dejando para la mentirosa industria nacional sólo las
menudencias con escasísima injerencia en el PBI, al igual que todo lo que tenga
que ver con la línea blanca de productos o de comunicación, como cualquiera
verá en los diarios el origen es en su gran mayoría chino, encontrándose también
turco, malayo y demás. Y lo que dicen se hace en tierra del fuego no deja de
ser solo ensambles de cosas importadas también en su gran mayoría chinas. No
hablemos del desastre de la minería a cielo abierto, ni de la suntuosa compra de
YPF, una empresa quebrada que tuvo que salir de nuevo a concesionar a
los chinos y a Texaco su funcionamiento porque no puede ni siquiera abastecer
el consumo interno, eso sí ahora es estatal, al igual que aerolíneas argentinas
con un millón de dólares de déficit por día.
Por todo esto es que afirmar que todos los
que fueron a la marcha del 18 F eran la derecha organizada no solo es un
análisis inconsistente, sino también es sumarse
al juego que el gobierno, o sea la burguesía en el poder, la derecha, quiere
afianzar en el colectivo popular.
Esta más que claro que quienes convocaron a
la marcha, fiscales pertenecientes a ésta justicia corrupta y vende patria, no
por ser oposición sino por ser parte del sistema capitalista, no son ningunas
carmelitas descalzas, pero el descreimiento que gran parte de la población
es una certeza inocultable, aunque también sabemos que ahí hay clase media,
comerciantes, burgueses varios, también hay derecha, centro e “izquierda”, pero
a su vez se evidencia miles de asalariados y que sin tener definición política
clara, están cansados de tanta corrupción, y tanto robo a cara descubierta.
La “izquierda”, nunca marxista, pero siempre
burguesa, no deja de ser la quinta pata del sistema, convalidando el mensaje
del gobierno y haciéndole el juego a la derecha más recalcitrante, o sea a la
que gobierna. Tengamos en cuenta que cuando Moyano convoca a un paro salen
corriendo a cortar las rutas para que la gente no pueda ir a trabajar, y en ese
caso no dicen que los que van a trabajar son la derecha organizada.
Parecería ser en este caso que Moyano
proviene de algún grupo revolucionario y no de los sectores que integraban las
triple A, y que los laburantes que van al trabajo están organizados por Macri ,
una lectura compleja pero que la “izquierda” maneja a la perfección. Y sumado a
esto todo un sector de intelectuales,
académicos y periodistas que teniendo
acceso a redes sociales o medios de información, refuerzan el relato
oficialista.
Transitamos un período de desbande ideológico,
el campo popular está desarmado de organización que represente sus
intereses y oriente políticamente,
mientras el resto del pueblo está cada vez más descreído de todos los partidos
y candidatos, dejando un gran agujero difícil de llenar sin auténticos
argumentos y una práctica consecuente.
Ante esta situación la lucha ideológica
recobra un imperante sentido, ya que la
burguesía sigue gobernando con suma facilidad y el campo popular se encuentra
desorganizado políticamente y contaminado de izquierdismo y reformismo.
Guillermo Castelli.
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